Carlos Rueda, gran conocedor de la Sierra escribía en La Voz de Galicia el 9 de octubre del año 2000 esto:
La red eléctrica general no llegó a la sierra de O Courel hasta bien entrados los años sesenta y en Ferramulín tardó todavía más. Hace sólo unos quince años que los vecinos disponen de ella. Hasta entonces tuvieron que arreglárselas con su propio ingenio y esfuerzo para alumbrarse. Segundo González López y Guillermo López López vivieron una verdadera odisea en el invierno de 1957 para dotar a su pueblo de energía eléctrica. Junto con otros vecinos que respondían a los nombres de Dositeo, Paco, Felicitas y Domingo -unos han fallecido y otros se fueron a vivir a otros lugares- transportaron un generador en un carro de bueyes desde Pedrafita do Cebreiro hasta Ferramulín, en un duro viaje de veinticuatro horas. El generador, de unos doscientos kilos, fue adquirido junto con algunos materiales complementarios a un vecino de Lugo que en aquella época instaló otras máquinas semejantes en diversos lugares de la sierra de O Courel. Los vecinos de Ferramulín solamente recuerdan que se llamaba Dositeo. Éste sólo pudo acercarse hasta O Cebreiro y allí les dejó la carga. El resto del trayecto se hizo por senderos agrestes y empinados, con un ímprobo esfuerzo y la ayuda de tres parejas de vacas.

Segundo y Guillermo recuerdan que el carro no pudo atravesar un arroyo con su pesada carga y tuvieron que pasarlo a hombros ellos mismos, utilizando una escalera de mano. Tras aquella agotadora peripecia, el generador llegó finalmente a Ferramulín y fue instalado en un viejo molino, cuya rueda se aprovechó para poner en marcha el mecanismo. Sin embargo, no terminaron ahí las dificultades, ya que durante el periodo de estiaje las aguas del río Selmo no llevaban suficiente caudal para hacer funcionar el generador eléctrico. En tales ocasiones hubo que utilizar el motor de una malladora para que el pueblo tuviese luz. La situación mejoraba notablemente al llegar las crecidas del invierno, tanto que incluso había vecinos que no se molestaban en apagar las lámparas cuando se iban a dormir. El suministro de energía era gratuito para todos los habitantes del pueblo. Ferramulín, que cuenta hoy con dieciséis vecinos, tenía entonces catorce casas con cinco o seis personas en cada familia.