Las Albarizas
Las albarizas están construidas con rocas recogidas del entorno concretamente pizarras y esquistos. Este tipo de material, con el que también se edificaron las viviendas, es fácil de obtener, pues integra el sustrato geológico de la comarca, y además, prácticamente no necesita ningún preparado posterior. Con estas lascas se construye en mampostería en seco un recinto circular u ovalado cerrado de cierta altura, alrededor de 2 metros. Para el acceso al interior, en el muro se dotaban de una estrecha entrada que se cerraba mediante una sencilla puerta de madera. Las dimensiones de estas construcciones alcanzan fácilmente magnitudes entre los 5 y 7 metros de diámetro para las circulares, y los 12 por 6 metros para las ovaladas. De todos modos, también se ven unidades de planta más compleja. La superficie interna de la albariza se ordena en largas y estrechas terrazas escalonadas donde se instalan las colmenas.
Los lugares donde se decidió su emplazamiento presentan una doble característica:
Inflexiblemente se localizan siempre en el monte comunal, inmenso en esta zona, considerablemente lejanas a los núcleos de población, a distancias que perfectamente pueden alcanzar los 1-2 km., o incluso más; en otro sentido, se debe considerar que estas distancias se agravan a causa de las acusadas pendientes de la comarca serrana. De todos modos, se situaban en las cercanías del mencionado camino antiguo; común a todas fue su edificación en terrenos muy inclinados, con pendientes cercanas a los 30 grados, y en las caras de solana de los cordales serranos.
Respecto a la población de la serranía debemos indicar, que como no podía ser de otro modo, fue siempre muy reducida en el segmento recorrido de esta comarca. Cabe citar como núcleos de relativa importancia la antigua aldea minera de Ferraría do Incio, y al final del tramo, Seceda. Estas aldeas compuestas por agrupamientos de varias decenas de casas son las más importantes, apareciendo entre ellas varios lugares de unas pocas viviendas (A Casela, Parada, etc.). En general, estos núcleos se encuentran muy distantes entre sí, pero de todos modos, la exclusión de las albarizas de las proximidades de las aldeas es un hecho indiscutible. El alejamiento de estos elementos tiene una sencilla explicación. Quien haya convivido con colmenas instaladas en las proximidades de sus casas está familiarizado con los frecuentes problemas que causan tanto a sus propietarios como a los vecinos. La situación se torna especialmente peligrosa cuando en el verano se produce la división de los enjambres: son espectaculares pero, asimismo temibles, las verdaderas nubes de muchas decenas de miles de abejas sobrevolando casas y huertas hasta que se posan y concentran en cualquier lugar. Además en los tiempos actuales, la aplicación de productos químicos en las prácticas agrícolas es incompatible con la supervivencia de los enjambres.
Pero además se debe contar con la existencia en el entorno de la colmena de la materia prima utilizada por las abejas para elaborar la cera y la miel. Según los especialistas en apicultura, la flora melífera la integran en Galicia básicamente especies características de los espacios incultos dejados de monte, como son las diversas variedades arbustivas de brezos, zarzas, y árboles como el roble o el castaño, aparte de otras plantas y flores. En otro sentido, se debe tener muy presente que la miel producida a partir de las flores de árboles frutales, en general es de baja calidad, siendo preferibles para la instalación de colmenas los parajes montuosos de tendencia monofloral. Esta es pues, una razón de no poca consideración para interpretar el criterio de elección del tipo de emplazamiento topográfico de las albarizas.
No deja de ser curiosa la situación topográfica de las albarizas, en las solanas de las serranías, en terrenos acusadamente inclinados. La explicación es muy sencilla. Ante todo debemos considerar el medio geográfico eminentemente ya montañoso, y en consecuencia, con registros térmicos bajos, de donde se sigue que la luz solar debe de ser aprovechada en toda su potencialidad, pues el frío es enemigo mortal de las colmenas. Es por ello que se han elegido no sólo ya parajes de prolongada insolación, sino también en plano inclinado, para que la luz solar incida plenamente en el interior del cercado y no deje espacios a la sombra. Pero asimismo, debemos pensar también en una cierta protección de las colmenas de los vientos dominantes de la zona, que además de poder derribarlas, crean lo que se llama un frío de sensación que puede hacer descender en muchos grados la temperatura ambiente, lo cual repercutiría negativamente en la conservación de los enjambres. Estas son, pues, las razones primordiales del peculiar emplazamiento de las albarizas. Sin embargo, probablemente de un modo inconsciente, los apicultores gallegos favorecieron la tarea productiva de las abejas al exponer el recinto hacia el cielo abierto de amplios horizontes, facilitando a las abejas el trazado de sus rutas para evitar extraviarse. En efecto, hoy en día se sabe que el ojo compuesto de la abeja capta perfectamente los rayos ultravioletas de la radiación solar. Los rayos solares, según parece, experimentan en la atmósfera una polarización resultando diversos en efectos en el cielo, imperceptibles para el ojo humano, pero muy útiles para las abejas que ven en él, gracias a su visión ultravioleta, un mapa con el que se guían en sus desplazamientos de ida y retorno. Pero asimismo, las abejas toman puntos de referencia en el entorno físico. Lo más seguro es que estas consideraciones fuesen ignoradas por los apicultores tradicionales, y se dejasen conducir por los criterios de interés térmico más arriba enunciados. También es posible que un conocimiento empírico les aconsejase tales emplazamientos, quizás en función de que otros lugares y disposiciones repercutían negativamente en la producción y supervivencia de los enjambres.
Pero asimismo, en la elección de las pendientes serranas para la instalación de las albarizas influyó también su particular concepción arquitectónica. En buena medida se podrían evitar estos sitios tan incómodos, si las paredes de los recintos fuesen menos altas. Pero existía un problema: los estragos que en las colmenas podrían producir los animales salvajes. Las albarizas no son exclusivas de Galicia: las hay también en Asturias, donde reciben el nombre de cortines. Según se afirma su misión era la protección de las colmenas de los ataques de los osos. En esta misma idea se incide en (O Enredo do Abelleiro), añadiendo que son propias de la Galicia oriental donde son conocidas con el nombre de oseras. Semeja, pues, clarificada la razón de que los muros de los recintos sean tan elevados. De todos modos, suponemos que además de disuadir la glotonería de los osos, posiblemente también sirviesen de defensa contra todo tipo de animal. Por fuerza, al tener que ser dotadas de paredes elevadas, era totalmente necesaria su disposición en plano inclinado, buscando que la luz solar incidiese en todo su interior.
Sin embargo, esta precaución contra osos y otros animales, tal vez no sea el único motivo para explicar la elección de las acusadas pendientes serranas, pues, las instalaciones modernas no están dotadas de ningún sistema defensivo, y sin embargo, siguen siendo ubicadas en los mismos lugares. No cabe duda, que la búsqueda de espacios soleados es la conjetura más viable a este respecto.
Artículo procedente de TRISQUEL (Archivos del Patrimonio Histórico de Gallego de Julio Fernández Pintos